Boyhood, el mejor anuncio de Apple jamás rodado

Analizar una película como Boyhood de Richard Linklater resulta complejo pues parece imposible disociar el resultado final del método de trabajo elegido, algo por otro lado injusto, pues es una tarea que no se suele hacer con el resto de películas que vemos.
Reseñar, por si el lector no lo sabe, que Linklater rodó esta película durante doce años con los mismos actores, con el objetivo de narrar el crecimiento de un niño y el mundo que le rodea desde los cinco hasta los diecisiete años. Esto implica que, al contrario que en cintas de temática similar, los actores envejecen realmente delante de nuestros ojos y no por obra y gracia del maquillaje. De este modo el director nos permite asomarnos a la vida de Mason y los que le rodean en pequeños intervalos de tiempo a lo largo de estos doce años. Dos horas y cuarenta minutos para narrar el comienzo de una vida.
Es un proyecto muy ambicioso sin duda y, a pesar de lo intimista que resulta el conjunto, muy complejo de llevar a cabo con éxito, esquivando los diferentes infortunios que podrían haber ocurrido en un intervalo tan grande de tiempo. Sin embargo, no es una idea original al menos en su totalidad, ni mucho menos el proyecto más ambicioso de estas características.
Desde el año 1964 la productora televisiva Granada Television lleva a cabo un proyecto llamado The Up Series. A partir de la teoría de que la clase social marca la evolución de las personas de modo que los nacidos como clase obrera morirán en el mismo estrato social, extendiéndose este comportamiento al resto de capas sociales. Con el objetivo de demostrar la teoría se eligió a un grupo de catorce chicos y chicas de siete años y, cada siete años realizan un seguimiento del devenir de sus vidas. De momento la serie consta de ocho capítulos, siendo el último 56up estrenado hace un par de años. Si bien este proyecto se enmarcaría dentro de género documental, mientras que el de Linklater en el de ficción, no se pueden obviar los paralelismos.
Así mismo, si nos fuéramos a un género de ficción pura, habríamos de fijarnos, sin duda, en la serie Harry Potter, en la que la auténtica fuerza motora detrás del proyecto, el productor David Heyman, consiguió en un periodo de tiempo récord de diez años la realización de ocho superproducciones que seguían el devenir de unos aprendices de mago desde los once hasta los dieciocho años. Si bien, las dimensiones del proyecto son monstruosas comparadas con el pequeño film de Linklater, el concepto guarda ciertas similitudes.
Entonces ¿qué tal Boyhood? Es indiscutible que el gran atractivo de la película es ver el envejecimiento real de los actores frente a nuestros ojos (con la excepción de Ethan Hawke, quien probablemente sea familia de Jordi Hurtado). En ese sentido y dadas las limitadas proporciones del proyecto, a pesar de lo ambicioso es una película muy pequeña, consigue la intención de mostrarnos en pequeñas píldoras doce años de una vida como la cualquiera, una vida normal y corriente, con sus puntos bajos y álgidos, pero siempre buscando un realismo que nos permita sentirnos hasta cierto punto identificados. Lo narrado siempre transita una zona gris, ya que Linklater nunca intenta dramatizar en exceso las zonas más oscuras del relato. Busca que nos sintamos espectadores de la realidad, un greatest hits de Mason un niño estándar criado en Tejas. Teniendo en cuenta, la obligatoria fragmentación de lo narrado, el director consigue algo muy díficil, una narración fluida manteniendo siempre el interés del espectador, a pesar de la larga duración del film. Sencillez y naturalidad serían los perfectos calificativos de su trabajo, el conjunto nunca denota artificiosidad ni el director pretende deslumbrarnos con su saber hacer. Podríamos decir que Boyhood es la antítesis de El árbol de la vida de Terrence Malick.
A nivel de interpretación, deduje viendo la película que se había empleado la improvisación con metas como base de las escenas. Sobre todo cuando los niños son pequeños en las escenas con su padre biológico Ethan Hawke, se nota como el actor va llevando el peso de la improvisación forzando, en cierto modo, las respuestas de los niños, pero resultando muy naturales las reacciones. Este método de trabajo obliga al director a realizar múltiples tomas de la misma escena para luego quedarse con las mejores. Este hecho también demuestra la humildad de Linklater que ha preferido que sus actores estén perfectos a que la toma sea perfecta, por lo que, en ciertas escenas, hay un actor o varios fuera de foco.
Dicho todo esto, ¿cómo valoraría la película si se hubiera recurrido a actores maquillados o niños parecidos para ilustrar el crecimiento del protagonista? Probablemente una película ciertamente interesante, entretenida, bien llevada, realista, olvidable. Linklater nos muestra escenas inconexas para que nosotros las unamos y juntas formen el mosaico de una vida, pero ésta es una vida normal, no especialmente destacable que, se permite de paso, un especie de oda al modo de vida americano, al sueño americano, que chirría un tanto (escenas como la del gerente de restaurante desentonan ciertamente). Por tanto el interés por lo narrado, va directamente relacionado al del propio espectador por ver una película casera de dos horas y media sobre la infancia y adolescencia de un niño norteamericano y su capacidad de identificación/correlación con su vida propia. En ese sentido, mi interés es ciertamente limitado. Pero estoy seguro que muchos espectadores se encontrarán en mi polo opuesto. Pero, en mi opinión, la visión de la adolescencia, probablemente por lo episódico de la narración, se queda muy en la superficie.
Finalmente, destacar para mal, el descarado product placemente de Apple a lo largo de toda la película, tal y como vemos crecer a Mason vemos evolucionar el catálogo de productos de la conocida empresa informática, en lo que se convierte en el mejor anuncio de la historia de la marca.

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