Revolutionary Road de Sam Mendes


Revolutionary Road supone el reencuentro cinematográfico, tras más de diez años, de las estrellas de Titanic: Kate Winslet y Leonardo diCaprio, aunque esta vez bajo la batuta de Sam Mendes, director de American Beauty o Camino a la Perdición y marido de la actriz británica.

Frank y April son una pareja modélica a ojos del vecindario de Revolutionary Road. Pero de puertas para dentro las cosas son muy distintas. La infelicidad ha echado raíces y sólo el sueño de mudarse a París parece que les dé ánimos para continuar.

Como se puede observar fácilmente, Sam Mendes, un prestigioso director teatral, pisa terreno ya conocido. No en vano, la breve sinopsis argumental bien podría servir para el film que significó su debut como director: American Beauty. Si bien la principal diferencia es la absoluta falta del sentido del humor y la acidez de aquélla. Revolutionary Road es una película más seca, más arisca, más dura, pero no necesariamente mejor.

Basada en la novela homónima de Richard Yates, la película deja muy marcado desde el principio la profunda crisis que tiene la pareja; unos jóvenes ilusionados prematuramente casados y padres de dos hijos no deseados, que no son más que obstáculo en sus sueños, en los sueños de ella realmente. Los diálogos de las diferentes peleas que se suceden a lo largo del metraje entre la pareja son hirientes, durísimos, hasta el punto que el espectador se pregunta cómo son capaces de vivir juntos. Frente a eso se opone la imagen que dan al exterior de pareja perfecta y de cuento de hadas, aunque también esta fachada poco a poco se va desvaneciendo. Frank tiene un trabajo que le frustra en la empresa donde trabajaba su padre y April es una actriz también frustrada que no se resigna a vivir como ama de casa y sueña con irse a vivir a París, con la esperanza de que todo cambie allí. Las peleas a cada cual más hiriente que la anterior se suceden, al igual que las infidelidades, hasta que el hijo de unos vecinos del barrio paciente de un psiquiátrico hace trizas también su fachada de cara al vecindario. En su camino al sueño, todo se derrumbará. Como se ve, una trama dura y realista, que quizás para resultar más efectiva debería haber mostrado algún contraste. Ya desde el principio vemos que la pareja tiene problemas serios y van de mal en peor, mostrando algunos retazos más de su vida anterior, por ejemplo, se conseguiría que el espectador se involucrara algo más, añadiendo algo de contraste al fatal devenir de los hecho. El cúmulo de elementos negativos es tal que el espectador llega a acostumbrarse. Otro punto negativo es el uso de los hijos de los protagonistas: son unos niños pequeños de 6-8 años que aparecen y desaparecen según convenga, siendo una sorpresa el hecho de que avanzada ya la película el espectador descubra que tienen dos hijos viviendo con ellos. Estos detalles impiden que el espectador se involucre más en el film y así conocer un poco mejor a los personajes, con el fin de lograr esa empatía tan necesaria en este tipo de películas.

A nivel de dirección, Mendes vuelve a demostrar lo gran director de actores que es y su sentido de la elegancia para la puesta en escena, muy clásica, aunque sin el detallismo y la precisión de Camino a la Perdición. Además imprime al relato de un ritmo muy adecuado, en crescendo, consiguiendo que las dos horas de duración nunca pesen en el espectador.

A nivel interpretativo, señalar la gran labor del reparto en su conjunto, destacando una magistral Kate Winslet. Precisa, contenida, sin excesos innecesarios, una de las mejores actuaciones femeninas que he visto en mucho tiempo. A su lado diCaprio mantiene el tipo, pero no la iguala, es un buen actor, pero al igual que Brad Pitt, limitado, por lo que recurre a tics que ya le hemos observado en otros Films. Entre los secundarios rescatar una perfecta Kathy Bates como vecina prototípica del barrio en el que viven.

Dentro de los apartados técnicos indicar la perfecta fotografía en tonos ocres que luce el film (muy cuidado en este aspecto como todos los de su director) y la dirección artística que te transporta sin problemas a los años 50. La música de Thomas Newman resulta discreta, como es habitual en este autor le aporta un grado de frialdad al film, es una música que se involucra poco en la narración y no es capaz de dotar de ese algo más que ha de aporta una buena banda sonora, como sí hizo, mediante parámetros muy similares, en American Beauty.

En resumen, Revolutionary Road nos muestra una magistral interpretación de Kate Winslet en una desesperanzada, dura y triste historia de sueños rotos, que no logra involucrar al espectador todo lo que sería necesario para resultar redonda. Aun así, es una película muy recomendable a todos sus niveles.

Comentarios