Casino Royale. Vuelve Bond, James Bond


Daniel Craig debe de ser un hombre feliz ahora mismo. Tras toda la campaña orquestada contra él por su elección para interpretar al espía secreto más famoso (curioso contrasentido) de la historia, las espadas estaban en alto y la expectación era mayor que los anteriores cambios de rostro del personaje. Y el resultado no ha decepcionado, es más está gustando y mucho.

Mucho se ha venido diciendo durante este último año sobre que la saga estaba agotada, que el personaje ya cansaba que tal que cual. A mí siempre me ha resultado curioso todo este debate pues la anterior película, Muere otro día (Die another day), protagonizada por Pierce Brosnan, no sólo no fue un fracaso sino que fue el filme más taquillero de toda la saga. Así que estrictamente hablando, el cambio realizado tampoco era tan necesario desde un punto de vista económico. Aunque también es cierto que la escala del último proyecto a todos los niveles, lo hacía difícil de superar.

Casino Royale fue la primera novela escrita por Ian Fleming sobre el personaje de James Bond, y ya contaba con dos adaptaciones previas una para TV y otra en forma de parodia rodada en los sesenta que contaba con cinco directores, un reparto donde aparecían desde David Niven hasta Peter Sellers pasando por Woody Allen, y que supone una de las locuras más caras jamás financiada por un gran estudio. La trama narra el enfrentamiento de Bond, recién obtenida su licencia para matar (su doble cero), con LeChifre, un banquero que gestiona los ingresos generados por bandas de narcotraficantes y terroristas. La trama es bastante simple y fácil de seguir siendo su punto álgido la partida de póquer que tiene lugar en el casino que da nombre a la película.

La nueva aventura de James Bond supone probablemente, y a falta de ver Dejà Vu de Tony Scott, la mejor película del género de acción estrenada este año. Mantiene además todas las constantes de la saga: mujeres imponentes, multiplicidad de escenarios, ambientes lujosos y escenas de acción aparatosas. Los cambios, que los hay, tampoco son tan espectaculares como se ha venido diciendo. Tenemos a dos mujeres Bond, una florero (y despachada rápidamente) y otra inteligente que acompaña al héroe en sus aventuras, como en otras películas de la saga, no hace falta irse muy lejos, en los filmes protagonizados por Brosnan las mujeres eran más que simples objetos de usar y tirar. Quizás sí se haya ganado en realismo en las escenas de acción, tampoco demasiado que al fin y al cabo es una película Bond, pero se ha visto reducido drásticamente el uso de Gadgets espectaculares o elementos más propios de una película de ciencia ficción que de una de espías que transcurre en la actualidad.

Donde más se nota el cambio es en el personaje principal. El film diseñado a modo de un James Bond Begins supone la redefinición del personaje, contando sus orígenes para comenzar una nueva saga. Así asistimos a su primer Martini mezclado, no agitado, su primer Aston Martin y un largo etcétera de detalles que harán las delicias de los fans de la saga. Esta idea se extiende hasta el apartado musical, que hace leves apuntes del tema escrito por Monty Norman e inmortalizado por John Barry, y que sólo se puede escuchar en su totalidad en la última escena de la película. En este sentido el film recuerda a Indiana Jones y la Última Cruzada, donde descubríamos el origen de muchos detalles del personaje.

El Bond interpretado por Daniel Craig resulta creíble, duro e irónico, capaz de enamorarse y sufrir. Parece un ser humano, algo que había desaparecido después de Al Servicio Secreto de su Majestad (película con la que guarda más de un punto en común). La elección del actor ha resultado perfecta pues dota de un carisma y una presencia física al personaje sorprendentes. Pero el resto del reparto tampoco ha sido descuidado, empezando por una inteligente y sensual pero cercana Eva Green, y siguiendo por una Judi Dench estupenda como M o un Giancarlo Giannini muy adecuado. Quizás la pega en cuanto a personaje la encontremos en el malo de la función, un personaje carente de carisma y de fuerza, del que no se saca partido de su peculiaridad física (llora sangre).

Matin Campbell, que fuera director de Goldeneye y La Máscara del Zorro, vuelve a mostrarse como el eficaz director que es, aunque no brillante, no sabe sacar partido del rodaje de la partida de póquer donde un director mejor, como Richard Donner o John McTiernam, podría haber hecho maravillas. Sin embargo en las escenas de acción saca a relucir todo su potencial aunque no habría que olvidarse de la labor del director de segunda unidad y, sobre todo, de Stuart Baird, probablemente el mejor montador de cine de acción que tiene hoy en día el cine americano.

El guión se muestra ágil y divertido, con alguna sorpresa y con unos magníficos diálogos entre Craig y Green, fomentado, sin duda, por la química que hay en pantalla entre ambos actores. No obstante la multiplicidad de finales y la larga duración de la película hacen que pierda algo de fuelle en el último tercio.

La fotografía es muy correcta, destacando el uso de un magnífico blanco y negro en la secuencia pre-créditos que abre la película. La música de Arnold es funcional en la película, aparatosa o romántica según corresponda, pero no especialmente destacable, muy alejada de las partituras escritas por Barry e inferior a otras suyas como El Mañana nunca Muere.

Vuelve Bond y vuelve para quedarse. Casino Royale supone un muy inteligente y vibrante rediseño del personaje, además de una entretenidísima película que te deja pegado a la butaca durante dos horas y cuarto, por lo que cumple su objetivo con creces. Larga vida a James Bond.

Por cierto, los creadores de la campaña de la película siguen en sus trece diciendo que Craig es un error, seguro que son fans de Roger Moore,jeje.

Comentarios